Hay una pregunta que ronda conversaciones entre líderes, auditores y responsables de riesgos:
¿La gente de mi equipo entiende para qué sirven los controles o solo los ve como una carga más?
Y no es una pregunta menor. Porque cuando los controles se ven solo como un requisito para cumplir, el verdadero propósito se pierde. Se convierten en casillas por llenar, procesos por seguir al pie de la letra, sin una comprensión clara del valor que representan.
Los controles no están para incomodar
Un control bien diseñado es como un cinturón de seguridad: puede que al principio incomode un poco, pero está ahí para protegerte. No para quitarte autonomía, sino para permitir que tomes decisiones con más información, con más respaldo, con menos margen de error.
Cuando alguien en el equipo no entiende eso, lo que ocurre es que cumple por cumplir. Y ese es el terreno perfecto para que los riesgos se filtren por las rendijas.
¿Dónde está el quiebre?
Muchos equipos siguen procedimientos, pero pocos comprenden el propósito detrás de ellos. ¿Por qué hay que hacer doble verificación en ciertos procesos? ¿Por qué es importante documentar una revisión? ¿Por qué se pide autorización antes de avanzar con determinados pasos? ¿por qué hay que tener un registro detallado de todo?
Cuando nadie se detiene a explicar esto con claridad, lo que se transmite es un mensaje tácito: “Hazlo porque toca”. Y con eso, se pierde una oportunidad clave de construir cultura.
Entonces, ¿cómo logramos que el equipo lo entienda?
Te comparto algunas ideas prácticas que han funcionado en organizaciones que gestionan bien el riesgo sin perder agilidad:
1. Conecta los controles con situaciones reales
Evita explicar los controles desde la teoría. En su lugar, cuenta historias: una auditoría que salvó a tiempo una operación, un fraude que se evitó por un paso adicional, un error costoso que no se repitió gracias a un control.
2. Haz visible el “para qué”
En cada capacitación o socialización, no te quedes solo en el “qué hay que hacer”. Lleva la conversación a lo esencial: ¿qué riesgo se quiere prevenir? ¿qué pasaría si no se hiciera?
3. Involucra al equipo en el diseño
Cuando las personas participan en la creación o ajuste de los controles entienden mejor su lógica y se apropian. Pueden identificar puntos ciegos, procesos redundantes o mejoras que hagan más eficiente la operación sin perder el enfoque en la mitigación del riesgo.
4. Habla en su idioma
Si tu equipo es comercial, háblales desde el impacto en la relación con el cliente. Si es operativo, desde la continuidad del servicio. Si es financiero, desde la trazabilidad y la protección de los recursos. Los controles son los mismos, pero la manera de transmitirlos debe adaptarse.
5. Revisa los controles que ya no hacen sentido
Un exceso de controles puede generar ruido. Evalúa si todos siguen siendo útiles, si alguno puede unificarse con otro, o si la tecnología puede ayudar a automatizar parte del proceso sin perder seguridad. El control no debe ser un obstáculo, sino un facilitador.
El control no es enemigo del equipo. Tampoco del crecimiento ni de la innovación. Es una herramienta de confianza. De respaldo. Y como toda herramienta, su valor se multiplica cuando quienes la usan entienden cómo funciona, para qué sirve y por qué es importante hacerlo bien.
Más que exigir cumplimiento, empecemos a construir sentido. Porque cuando se entiende el “por qué”, el “cómo” fluye con mayor claridad.
El control es un puente hacia una ejecución más segura y coherente. Cuando los equipos comprenden que establecer pautas y verificar resultados no es una señal de desconfianza, sino una forma de cuidarse mutuamente y proteger los objetivos compartidos, el ambiente de trabajo se vuelve más colaborativo y enfocado.
Además, integrar el control como parte natural del proceso permite detectar oportunidades de mejora antes de que los errores se conviertan en inconvenientes. Así, lejos de frenar la creatividad, el control bien entendido la potencia, al proporcionar un marco estable sobre el que se puede innovar con más libertad y menos riesgo.